viernes, 28 de abril de 2017

Discurso de aceptación al recibir el premio Nobel en 1949 por William Faulkner

Damas y caballeros,

Siento que este premio no fue hecho para mi como hombre, sino para mi trabajo. El trabajo de una vida sucedida en la agonía y el sudor del espíritu humano, no por la gloria y aún menos para los beneficios, sino para crear, a partir de de los materiales del espíritu humano, algo que antes no existía. Así, este premio solo es mio en fideicomiso. No será difícil encontrar un destino para el dinero que corresponda con el propósito y la importancia de su origen. Pero me gustaría hacer lo mismo también con la aclamación presente, utilizando este momento como pináculo desde el cual puedo ser escuchado por los hombres y mujeres jóvenes dedicados a las mismas angustias y dolores, entre quienes puede estar aquel que algún día se paré acá donde yo estoy parado.

Nuestra tragedia de hoy es un general y universal miedo físico por tanto tiempo sostenido que ahora apenas podemos soportar. Ahora ya no existen más problemas del espíritu. Solo hay una pregunta ¿cuándo voy a desaparecer? A causa de esto, los jóvenes escritores de hoy, sean hombres o mujeres, han olvidado los problemas del corazón humano en conflicto consigo mismo , problemas que por sí mismos producen la buena escritura porque únicamente sobre ellos vale la pena escribir. La agonía y el sudor valen la pena.

El escritor debe aprender estos problemas de nuevo. Él debe enseñarse a sí mismo que la más básica de todas las cosas es sentir temor, y habiéndose enseñado esto olvidarlo para siempre, sin dejar espacio en su taller para nada más que las antiguas verdades y certezas del corazón. Faltan las viejas verdades universales en las cuales cualquier historia es efímera y condenada; amor y honor, piedad y orgullo, compasión y sacrificio. Hasta que él hace eso, él trabaja bajo una maldición. Él no escribe de amor sino de lujuria, de derrotas en las que nadie pierde nada de valor, de victorias sin esperanzas y, lo peor de todo, sin piedad ni compasión. Sus penas no se sufrirán en osamentas universales, sin dejar cicatrices. No escribe del corazón sino de glándulas.

Hasta que vuelva a aprender estas cosas, él escribirá como si estuviera entre la multitud y y observará el fin del hombre. Me niego a aceptar el fin del hombre. Es suficientemente fácil decir que el hombre es inmortal simplemente porque ha de durar: que cuando el último llamado de la condenación haya sonado y su eco se haya desvanecido entre las últimas rocas inservibles que deja la marea en el último rojo y moribundo atardecer, e incluso en ese entonces existirá toda vía un sonido más: el de su endeble e inagotable voz, aún hablando.

Me rehúso a aceptar esto, creo que el hombre no solo lo soportará, él prevalecerá. Él es inmortal, no solo a causa de que tenga una voz inagotable entre las criaturas, sino a causa de que tiene un alma, un espíritu capaz de compasión, sacrificio y resistencia. El deber del poeta, el escritor, es escribir sobre esas cosas. Es su privilegio ayudar al hombre a resistir elevando su corazón, recordándole su coraje y honor, la esperanza y el orgullo, la compasión, la piedad y el sacrificio que han sido la gloria de su pasado. La voz del poeta no necesita únicamente ser el registro del hombre, puede ser uno de los apoyos, los pilares para ayudarlo a resistir y prevalecer.1

1. Traducción del original, tomado de:http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/1949/faulkner-speech.html

jueves, 27 de abril de 2017

Discurso de aceptación al recibir el premio Nobel en 1946 por Hermann Hesse

Texto leído por Henry Valloton.

Lamentamos profundamente que esa enfermedad mantenga a Hermann Hesse en Suiza. Pero sus pensamientos están con nosotros, y su gratitud habla a través de este mensaje que me pidió que les leyera: "Al enviar un cordial y respetuoso saludo a su festiva reunión, quisiera expresar a todos mis lamentos al no poder estar como su invitado en persona, para saludarlos y agradecerles. Mi salud siempre ha sido delicada, y he quedado inválido permanentemente a causa de las aflicciones de los años, desde 1933, las cuales han destruido el trabajo de mi vida y una y otra vez me agobian con pesados deberes. Pero mi mente no se ha roto, y me siento semejante a ustedes con la idea que inspiró a la Fundación Nobel, la idea de que la mente es internacional y supranacional, que no debe servir a la guerra ni a la aniquilación, sino a la paz y a la reconciliación.

Mi ideal, sin embargo, no es difuminar las características nacionales, lo cual conduciría a una humanidad intelectualmente uniforme. Por el contrario, ojalá la diversidad en todas sus formas y colores pueda vivir en esta querida Tierra con nosotros por mucho tiempo. ¡Qué cosa maravillosa es la existencia de muchas razas, muchos pueblos, muchas lenguas y muchas variedades de actitudes y perspectivas! Si yo siento odio e irreconciliable enemistad hacia las guerras, conquistas y anexiones, lo hago por muchas razones, pero también porque tantos crecimientos orgánicos, altamente individualizados y logros ricamente diferenciados de la civilización humana han caído víctimas de esos poderes oscuros. Yo odio los grandes simplificadores, y amo el sentido de la calidad, el de la inimitable artesanía y singularidad. Por consiguiente, como su agradecido invitado y colega, yo extiendo mis saludos a Suecia su país, a su lenguaje y su civilización, a su rica y orgullosa historia y su perseverancia al mantener y dar forma a su naturaleza individual. Nunca he estado en Suecia, pero por décadas muchas buenas y amables cosas me han llegado de su país desde el primer regalo que recibí de él, hace ya 40 años, y era un libro sueco, una copia de la primera edición de Leyendas de Cristo con una dedicatoria personal de Selma Lagerlöf. En el transcurso de los años han habido muchos intercambios valiosos con su país hasta que ahora me han sorprendido con este grandioso regalo final. Permítanme expresar mi profunda gratitud.1



1. Traducción propia del ingles tomada de: http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/1946/hesse-speech.html


miércoles, 26 de abril de 2017

Discurso de aceptación al recibir el premio Nobel en 1929 por Thomas Mann

Ahora mi turno para agradecerles ha llegado, y no necesito decirles cuánto he esperado por esto. Pero desgraciadamente, en este momento de la verdad, temo que esas palabras fallen mis sentimientos como a menudo sucede con los nacidos no oradores.

Todos los escritores pertenecen a la clase de los no oradores. El escritor y el orador no son solo diferentes, sino que están en oposición porque su trabajo y el logro de sus efectos proceden de diferentes maneras. En particular, el escritor convencido es instintivamente repelido, desde un punto de vista literario, por el carácter improvisado y no comprometido de todo hablar, así como por ese principio de economía que deja muchas y, en efecto, decisivas lagunas que deben ser llenadas por los efectos de la personalidad del orador. Pero mi caso se complica a causa de las dificultades temporales que virtualmente han condenado mi improvisada oratoria. Me refiero, por supuesto, a las circunstancias en que he sido puesto por ustedes, caballeros de la Academia Sueca, circunstancias de maravillosa confusión y exuberancia.  En verdad, no tenía idea de los estruendosos honores que tienen para entregar. Yo tengo una naturaleza épica, no dramática. Mi disposición y mis deseos claman por paz para enredar mi hilo, claman por un ritmo constante en vida y arte. No es de extrañar que si los dramáticos fuegos artificiales se estrellaron desde el norte contra este ritmo constante, se hayan reducido mis habilidades retóricas incluso por debajo de sus usuales limitaciones. Desde que la Academia Sueca hizo pública su decisión he tenido que vivir en una festiva intoxicación, un encantador patas arriba, y no puedo ilustrar sus consecuencias en mi mente o en mi alma mejor que señalando un bonito y curioso poema de amor escrito por Goethe. Está dirigido a cupido mismo y la linea que tengo en mente va así :"Du hast mir mein Gerät verstellt und verschoben."1 Por lo tanto el Premio Nobel ha forjado una confusión dramática sobre las cosas de mi épico hogar, y seguramente no estoy siendo impertinente si comparo los efectos del Premio Nobel en mí con aquellos que la pasión ejerce en la vida humana bien ordenada.

Y sin embargo, ¡qué difícil es para un artista aceptar sin recelos tales honores como los que ahora se despliegan sobre mi! ¿Existe un artista decente y autocrítico que no tenga una consciencia inquieta sobre ellos? Solo un punto de vista suprapersonal, supraindividual ayudará en tal dilema. Siempre es mejor deshacerse del individuo, particularmente en tal caso. Goethe, orgulloso, dijo una vez "solo los bribones son modestos". Esa es la palabra de un gran señor que buscaba disociarse a sí mismo de la moral de los subalternos e hipócritas. Pero, damas y caballeros, esta difícilmente es toda la verdad. Hay sabiduría e inteligencia en la modestia, y sería un  tonto idiota que, de hecho, encontraría una fuente de vanidad y arrogancia en los honores que me han concedido. Hago bien al poner este premio internacional, que por alguna posibilidad me fue dado, a los pies de mi país y de mi pueblo, ese país y ese pueblo a la que los escritores como yo se sienten más cercanos hoy que en el cenit de su estridente imperio.

Después de muchos años, el premio internacional de Estocolmo fue una vez más otorgado a la mente alemana, a la prosa alemana en particular, y les puede resultar difícil apreciar la sensibilidad con la que tales muestras de simpatía mundial son recibidas en mi herido y, a menudo, incomprendido país.

¿Puedo atreverme a interpretar el significado de esta simpatía más de cerca? Los logros intelectuales y artísticos alemanes durante los últimos cincuenta años no se han hecho bajo condiciones favorables para cuerpo y alma. Ningún trabajo tuvo la posibilidad de crecer y madurar en cómoda seguridad, pero el arte y el intelecto han tenido que existir en condiciones intensas y generalmente problemáticas, en condiciones de miseria, agitación y sufrimiento casi oriental y un caos ruso de pasiones, en el que la mente alemana ha preservado el occidental y europeo principio de la dignidad de la forma. Para el europeo la forma es un punto de honor ¿no? No soy católico, damas y caballeros; mi tradición es como la de todos ustedes; apoyo la inmediatez protestante de Dios. Sin embargo, tengo un santo favorito. Voy a decirles su nombre. Es San Sebastián, ese joven en la hoguera, quién, perforado por espadas y flechas desde todos lados, sonríe en medio de su agonía. Gracia en el sufrimiento: ese es el heroísmo simbolizado por San Sebastián. La imagen puede ser valiente, pero yo estoy tentado a reclamar este heroísmo para la mente alemana y el arte alemán, y suponer que ese honor caía sobre los logros literarios alemanes fue dado con este sublime heroísmo en mente. A través de su poesía Alemania ha mostrado la gracia en el sufrimiento. Ella ha preservado su honor, políticamente, al no ceder a la anarquía de la tristeza, pero manteniendo su unidad; espiritualmente uniendo el principio oriental del sufrimiento con el principio occidental de la forma, creando así belleza a partir del sufrimiento.

Permítanme, al final, hacerlo personal. He dicho, incluso a los primeros delegados que vinieron a mí después de la decisión, lo motivado y complacido al recibir tal honor desde el Norte, desde esa esfera escandinava a la que, como hijo de Lübeck, he tenido, desde la infancia, tantas similitudes en nuestros modos de vida, y como escritor por tanta simpatía y admiración literaria por el pensamiento y atmósfera del norte. Cuando era joven, escribí una historia que a la gente joven aún le gusta: Tonio Kröger. Esta historia es sobre el sur y el norte y su mezcla en una sola persona, una problemática y productiva mezcla. El sur es en esa historia la esencia de lo sensual, de una aventura intelectual de la fría pasión del arte. El norte, en la otra mano, representa el corazón, el hogar burgués, la profundamente arraigada emoción e íntima humanidad. Ahora, este hogar del corazón, el Norte, me acoge y me abraza en una esplendida celebración. Es un bello y significativo día en mi vida, un "högtidsdag" como el sueco llama cualquier día de regocijo. Permítanme atar mi última petición a esta palabra tan torpemente prestada del sueco: unámonos, damas y caballeros, en gratitud y felicitaciones a la fundación, tan benéfica e importante para todo el mundo, a quien le debemos esta magnifica velada. De acuerdo con las buenas costumbres suecas, acompáñenme con cuatro ¡hurras! para lo fundación Nobel. 2




1. Tu cambiaste mi aparato de lugar y lo dejaste mal ubicado.
2. Traducción propia del inglés tomado de http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/1929/mann-speech.html





Discurso de aceptación al recibir el premio Nobel en 1905 por Henryk Sienkiewicz

Naciones son representadas por sus poetas y escritores en la competencia abierta por el premio Nobel. En consecuencia, la concesión del premio por la academia no glorifica únicamente al autor, también al pueblo del cual es hijo, testifica que esa nación  ha participado en el logro universal y que sus esfuerzos son fructíferos, además que tiene el derecho de vivir por el beneficio de la humanidad. Si este honor es prematuro para todos, lo es infinitamente más para Polonia. Se ha dicho que Polonia está muerta, agotada, esclavizada pero aquí está la prueba de su vida y triunfo. Al igual que Galileo, uno se ve forzado a pensar "E pur si muove"1 cuando frente a los ojos del mundo se ha dado homenaje a la importancia de los logros polacos y su genialidad.

Este homenaje no me ha sido dado a mi - porque la tierra de Polonia es fértil y no carece de escritores mejores que yo-  sino al logro polaco y la genialidad polaca. Por esto debería expresar mi más ardiente  y más sincera gratitud como polaco a ustedes caballeros miembros de la academia sueca, y concluyo tomando prestadas las palabras de Horacio: «Principibus placuisse non ultima laus est»2 3.



1. Y sin embargo se mueve.
2. Haber ganado la aprobación de personas importantes no es el último grado de elogio.
3. Traducción propia. original en inglés en http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/1905/sienkiewicz-speech.html